miércoles, 17 de septiembre de 2008

Cronicas Geminianas, dias en el recuerdo.....

En abril de 1998, tuve la posibilidad de vivir una de las experiencias más importantes de mi vida: Ver un Fórmula Uno, en vivo y en directo correr en el mítico autodromo Oscar Alfredo Gálvez.
Recuerdo que ese nublado viernes de semana santa me desperté muy temprano pues era tal mi excitación, que prácticamente no había dormido la noche anterior. Había soñado toda mi vida con ver ese espectáculo de la categoría más importante del automovilismo mundial y aquel fue el primero de esos tres días de ensueño.
Al llegar al circuito empecé a observar todo lo que lo rodeaba; las tribunas se veían coloridas, los puestos de hamburguesas y choripanes estaban atestados. El marco era como el de una gran fiesta a la cual estaba invitada mucha gente, quienes esperaban ver a los anfitriones de la misma, esos monoplazas capaces de desplegar velocidades impensadas al comando de los pilotos más importantes del mundo.
A las 11.30, mi corazón comenzó a latir fuerte y era por una vibración que venía de la calle de boxes, el primero de los Fórmula Uno salía a la pista. Era un Minardi, que no era uno de los autos de punta pero por ser el primer Fórmula Uno que vi en mi vida, fue una sensación hermosa verlo doblar hacia el curvón que lleva a la zona de la confitería.
Cerca de las doce menos diez, toda la bulliciosa hinchada que estaba ubicada en la tribuna del curvón, abrió bien sus ojos y sus orejas. Salían a pista las Ferrari, la marca insignia de la Fórmula Uno. Escuchar ese V-8 me fascinó por completo.
La jornada concluyó a las dos de la tarde, momento en el que la lluvia empezó a caer con más fuerza. La clasificación del primer día había quedado con las dos Ferrari en los primeros lugares y con los Mclaren, sus grandes rivales, en el tercero y el cuarto puesto.
Al día siguiente, no sé si por la excitación de haber cumplido un sueño tan importante en mi vida o por la lluvia que se intensificó en la madrugada del sábado o ambas, hicieron que le dijera a mi papá, de no ir al autodromo, pues estaba cansado como nunca, probablemente había sido esa emoción de ver un espectáculo tan significante para mí. La clasificación bajo la lluvia la vimos por tele, en casa y se dio un cambio respecto al día anterior, los dos Mclaren primero y segundo y las Ferrari, tercera y cuarta. Habría que esperar hasta el domingo para ver la definición.
El domingo muy temprano ya estábamos en el autódromo, y literalmente no cabía un alfiler. Eran las siete de la mañana y la tribuna en la que nos habíamos ubicado el viernes estaba llena, por lo que tuvimos que acomodarnos cerca del alambrado, donde junto a mi papá nos hicimos amigos de una familia fanática de Ferrari. La espera se hizo interminable pero mientras la llevábamos adelante con rondas de mates y algún que otro choripán.
A las 13 horas del Domingo 12 abril de 1998, tuve la posibilidad de ver lo que había visto desde chico por televisión, ahí en vivo. La largada de la carrera fue “el momento” que estaba esperando; la emoción que me invadió ver a veintidós coches de Formula Uno dirigirse al embudo de la primera curva fue tanta que hasta el día de hoy de solo pensarlo, se me pone la piel de gallina.
Cada paso de cada auto por el lugar en el que estaba ubicado era una alegría inmensa, aunque al promediar la carrera, tuvimos que despegarnos del alambrado porque un auto se nos vino encima. Irónicamente, el auto despistado era el del compatriota que ese año estaba probando suerte en “La Máxima”. Digo irónicamente, porque hasta esa carrera había abandonado en todas las carreras anteriores y en esta no fue la excepción.
Como estadística de aquel domingo la victoria quedó para la Ferrari, después de batallar con los dos Mclaren y con una persistente llovizna, que le hizo despistarse en un tramo de la carrera. En verdad, lo realmente importante para mi fue haber vivido algo que probablemente no vuelva a ver, al menos en mi país, que es ver a la Formula Uno en vivo. Una experiencia que para los amantes de los fierros es necesaria sentirla y que por suerte pude vivirla.